Esta situación, que se alarga y se contrae en función del número de vinos, ha puesto de manifiesto que los que todavía mantienen su trabajo ahorran más de lo normal, que la Iglesia Católica está llena de gente poco cristiana y que, de entre todas las actividades laborales y a un nivel inferior al de las cucarachas —al menos ellas tienen una cama caliente detrás de la nevera— se encuentran poetas y autónomos. De hecho, la situación es tan grave para este colectivo que he decidido de manera unilateral y a partir de hoy llamar poetas a los autónomos y autónomos a los poetas, excepto a Marwan al que directamente le considero malo en lo cantado y peor vate. Y es verdad, todo el mundo lo pasa mal, los sanitarios, los hosteleros por defecto, los de la funeraria por exceso y, sin embargo, nadie habla de ellos, nosotros, precisamente porque estamos acostumbrados al olvido en vida. Yo, autónomo; yo nada.
La invisibilidad crónica que nos acompaña desde la invención del hombre como mula de carga se hace más patente en momentos de penuria. Ahí el autónomo, perdón el poeta, nace porque el silencio es su territorio, desentraña los secretos de dos palabras que al juntarse dan cuerda a un misterio: cero curro, se fuma otro cigarro de liar e inventa una fábula en la que él es el protagonista inesperado, por supuesto, con final dramático: termina trabajando por cuenta ajena.
A pesar de todo y de todos, cada año muchos autónomos prueban suerte y se lanzan al vacío. Es verdad, uno se organiza mejor el tiempo, es el jefe de su propio jefe y se explota cuando quiere y puede, y por eso se queja menos de lo que debería; hacerlo significaría señalar su lugar en el mundo ¡y eso nunca! Ahora bien, pocos salen a la calle enarbolando la bandera del país de nadie y tres millones y medio, pocos caen en la cuenta de que ser autónomo es serlo en lo importante, aunque eso tampoco significa ser autosuficiente. La práctica del emperdedor se aprende por el camino y por eso hay que decirlo, para estar seguro de perder con dignidad. Un abrazo para todos los poetas en paro.
