El origen de la rabia

Es curioso observar como el miedo ha dejado paso a la muerte, aislada entre cuatro paredes, sí, pero muerte en vida. En esa misma habitación oscura y fría, demostrando una salud a prueba de cualquier vacuna, la rabia incontenible contra todos los involucrados directa o indirectamente en una crisis que ya es, mal que nos pese, un acontecimiento histórico, ficción hecha gotero.

Primero contra los políticos, hombres de carne y lodo de cualquier signo que en estas circunstancias se asemejan más que nunca a músicos de jazz, improvisando a cada minuto, descubriendo un realidad que sorprende incluso a aquellos que fueron capaces de prever que algo así podría suceder. Porque la realidad ahora no solo supera a la ficción, sino que la empeora. Después contra los demás, señalando con el dedo a los que se sientan más de lo permitido en el solitario banco del parque, los que compran a espuertas, los que calumnian y avivan un fuego que ya se ha extendido por todo el globo sonda, los que ladran y confunden y, por supuesto, aquellos que no se cansan de restar.

Quiero creer que esa ira no se origina en el ventrículo, sino en este sistema inhumano, neocapitalista lo llaman, el mismo que se empeña en invisibilizar a médicos y bedeles, a limpiadoras y trabajadores sociales, a científicos y camioneros. Curiosamente, son estos quienes están manteniendo a flote las ruinas de un presente en cuarentena, como si la única manera de mantener en funcionamiento la maquinaria fuera a base de sangre, lágrimas y algo parecido al amor. Recordad, «lo que empieza en cólera termina en vergüenza».

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