De la puta superación

Viene muy mal que Nadal o Chanel ganen. No por ellos, sino porque, a día de hoy, cualquier acto, pensamiento u omisión tiene demasiadas implicaciones y retweets. Está escrito en las paredes y en Youtube: «Nada es imposible», «Tú pones los límites». De cualquiera de estas dos mentiras alguno inferirá un objetivo inalcanzable. Y es que nos superamos con cada puesta de sol —todavía respiramos— y, sin embargo, poco tenemos que ver con la capacidad de dejar atrás una adversidad o trascender un límite. Más bien se trata de un dogma bancario aplicado a los humanos. Soñar a lo grande duele y soñar, precisamente, deja fuera las cosas del vivir.

Porque si aguantarse a uno mismo debería tener la consideración de hito histórico, ¿qué hacemos con todas esas promesas imposibles con las que nos avasallan? Una respuesta pasa por comprar un libro de autoayuda… para calzar una mesa. La otra es el axioma del éxito mal entendido: casi nadie triunfa en términos publicitarios. Tampoco aquel que hizo todo lo necesario para prosperar. Superación infinita en gente finita… algo no cuadra.

Quizás el universo conspiró a nuestro favor el día que nacimos. Poco después, con la calma y la teta, se olvidó de nosotros para siempre y ahí seguimos aliviándonos, un verbo que se impone siempre a esa mejoría de los titulares y los influencers. De tanto intentar mejorarnos terminamos explotando y explotándonos, de ahí que la verdadera superación resida en tenerlo claro. Realidad, ponnos obstáculos que ya ganará Nadal.

Ilustración: Geoff McFetridge en www.championdontstop.com

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