Pues parece que habitamos una espiral descendente achatada por los polos. Y no lo digo yo, sino el peso de los tweets y las noticias. Algo tendrá que ver la edad, pero así en general, llevamos un rato intentando recobrar el aliento, detener el día en un gesto feliz, observar de lejos un planeta sin enfermedades, ni guerras ni inviernos. Todo resulta en vano porque la vida era esto, trampas que uno no puede ignorar si lo que pretende es, precisamente, caer en ellas, síntoma de pulso. Así vamos dándonos forma más que encontrando, simplificando en lugar de extender las fronteras del huerto que nos ha tocado. En definitiva, para que nos vaya bien hay que mentirse un poco.
Hay algunos que han decidido enamorarse de Zendaya. Otros, en cambio esperan una subida de sueldo, se aferran al sueño de poder comprar. Bien. Sin embargo, la mayoría opta por el oficio. Subir a la montaña —solos o con niños— y esquiar. Entonces comienza a llover y la nieve que cubría la ladera desvela trozos de roca, tierra parduzca y hierbajos. Ante la imposibilidad de lo antes posible, terminan deslizándose pendiente abajo en un trineo de bolsa de basura. Y ese es el gesto feliz que mencionaba.
Mientras tanto, todo seguirá flotando, como siempre sucedió desde que el humano dejó atrás las escamas para convertirse en una máquina del daño. De pronto, los aviones han dejado de sobrevolar el cielo del Este, los occidentales miran hacia dentro y nadie sabe nada porque nadie sabe si verá la paz. Ante tanta incertidumbre, lo mejor es repetirse que «así empieza lo malo cuando lo peor quedo atrás». Y nos mantenemos bajo la luz del Sol.

Creo que con esta frase lo resumes todo perfectamente:
«…desde que el humano dejó atrás las escamas para convertirse en una máquina del daño.»
Que pena que como especie no seamos capaces de vivir en paz entre nosotros y con el entorno.
Sera que nuestra naturaleza es destructiva. Creo que el propio planeta está acelerando los relojes para que nos vayamos antes de que acabemos con él.
Gracias por esta reflexiva y crítica entrada, Javier.
Un abrazo.
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Es curioso. Tanto daño, tanta destrucción y al mismo tiempo hicimos la Novena de Beethoven, Magnolia de P.T.A. y ¡Corre, conejo, corre! de Updike… Gracias a ti por estar, comentar y enseñarme nuevos caminos.
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Es cierto, Javier. El ser humano parece haberse convertido en una máquina del daño. Para que nos vaya bien hay que gritar muy fuerte, todos juntos. Y enseñar a las nuevas generaciones que esto no es la vida, que hay que prepararse para algo más importante que para lucrar, matar y mirarse el ombligo. Gracias por tu reflexión. Saludos.
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Las nuevas generaciones… con poco esfuerzo mejorarán lo presente. Se lo pusimos fácil. Otra cosa es que les apetezca. Abrazo enorme y gracias por el comentario.
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