Las cosas buenas dan sentido al lunes. En cambio, las tragedias definen nuestros plazos, nos obligan a regresar a esa casa que es oscuridad y también nuestra. Todo con la insistencia de un predicador. ¿Qué estamos haciendo? No solamente insistir. También comprobar que algunas heridas no pueden curarse, de ahí que las habitemos, les insuflemos sentido. Sí, son cicatrices. Por eso laten. Esa absurda fidelidad al horror de la que escribía Baricco.
Todas las tragedias ponen a prueba nuestra humildad. Para ser humildes debemos ser pequeños, menos que nosotros mismos. Entonces la tragedia representa esa luz tenue al fondo. Resulta más fácil ir y volver a ella, sacar a la superficie un trozo de infierno suturado a dos personas. Una persona dentro de la pérdida, también dentro de lo que muere en uno; la otra persona nos acompaña en el duelo de seguir estando vivos. Todo irá bien, Javi. El intento de salvación personal implica la salvación del mundo entero.
Nadie puede salvarnos de nosotros. Ni siquiera nosotros. Podemos repetir trayecto con otros paisajes, recordar la playa antes de que anochezca. Es cómico. La misma tragedia protagonizada por gente que habla lenguas muertas, a veces gente muy cercana, familia, pero otros. Consuela comprobar que existe un número limitado de tragedias y que, a partir de una cierta edad, todo es repetición y por lo tanto aprendizaje. Quedémonos con la otra persona que mencionaba en el segundo párrafo, esa que nos acompaña y da sentido al lunes. Esa. Y la fidelidad se desliga del horror.

Ilustración: Zhang Yingnan