El modelo de «español de pro» existe: Álvaro Ojeda

La sociedad de la desinformación (sí, la misma en la que nos zambullimos como un marrano ibérico en el lodo con una pata de gallina en la boca) trae consigo consecuencias terribles que en ocasiones se materializan en seres humanos, corpóreos, que trascienden esa dimensión y obtienen una visibilidad casi siempre inmerecida y en todo caso inútil. Ese es el caso de nuestro protagonista de hoy, un chaval que ha conseguido (repito, inmerecidamente) que le dedique este espacio de sapiencia infinita y tolerancia por encima de cero: el periodista Álvaro Ojeda, el repartidor de periódicos que conduce siempre por la derecha, el chaval con gracia (es como un ciclista cansado) que actúa como punta (fina) de lanza de otros que por poderosos no tienen ni voz ni rostro (ni olor) y que sonríen con cada ocurrencia del vocero con acento de Jeréz.

¿Cómo llegué a esta conclusión? Pues por el pavés del cuarto desde el que emite sus vídeos de «Manual del buen español», el de un simple ciudadano trabajador que utiliza la palabra estado de derecho como complemento indispensable junto a la bandera, el taurino, el del Real Madrid (pero no como equipo de fútbol sino como algo que no se puede ehhplicá), el del cofrade que llora ante la Virgen de los Dolores y llama al odio mientras un pequeño hilo de luz entra por la ventana y aterriza en su frente, el del OK Diario (Cero Muertos Diario, ¡qué paradoja!), el de UNA e indivisible, el mismo que prefiere que todo siga igual, que le roben los de siempre porque eso ayudará a perpetuar el estado ideal de las cosas, el de «con dos cojones» y el que con su sola presencia catódica  genera en mi menudo cuerpo una sensación extraña, mezcla de enjuage bucal sobre encía y Boomer de fresas del bosque con líquido dentro.

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Y sí, por el pavés. Porque como su propia definición indica, éste no es solamente un elemento decorativo tan horripilante como el gotelé, sino que también es un escudo oblongo que cubre el cuerpo del combatiente y mentor, un tal Inda que mira a Ana Rosa con cara de deseo y que hace tiempo que abandonó el barro para hacer daño desde el Barrio de Salamanca, con vistas al cielo de Madrid y repleto de edificios donde el pavés se utiliza única y exclusivamente para la chambre de bonne.

Gracias Álvaro, gracias por todo, por hacer el trabajo sucio y porque, gracias a ti, aquellos que no sabemos lo que somos tenemos muy claro aquello que no queremos ser. Ozú.

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