¡Gracias, Bananillo!

Érase una vez un chaval que, aburrido de estar en su casa, decidió saltarse la cuarentena. Se metió en su BMV rojo pasión gitana, enfiló a toda hostia las rotondas del Kinépolis, junto al cruce de ‘La Colorá’, y se topó con un control de la Benemérita. ‘El Bananillo’ —así se llama el prenda— hijo de ‘La Chumina’, viniendo calentito de Alfacar y en búsqueda y captura por su buen corazón, se salta las cadenas, pica rueda por encima de la pierna de un guardia civil y se cobija de estranjis en el primer portal que pilla. Resulta ser la calle Molino Viejo, bastión del clan de ‘Los Mindolos’.

A los pocos minutos se despliega en el barrio granaíno un dispositivo de hombres de verde muy cabreados con mascarillas, chalecos antibalas y «matraquetas». Ante la duda —y dado que el delincuente es escurridizo como un virus—, los agentes tiran abajo todas las puertas del bloque. Resultado: encuentran 2.500 plantas de marihuana a punto de ser recolectada. Por supuesto, sacan de cabeza al fugitivo y con él todas las macetas, arruinando el negocio familiar de ‘Los Mindolos’ que, por supuesto, ahora reclaman venganza y sangre mezclada con THC.

‘Los Bananos’ y ‘Los Chuminos’ piden ayuda a ‘Los Tripones’, lo que desemboca en la improbable unión de ‘Los Mindolos’ con ‘Los Mocos’. Las balas zumban, llegando a oídos del tío Casiano, patriarca que estrechó la suave mano de la Reina Sofía en el año 93 y claro, es la guerra. No sabemos cómo prosigue el cuento, pero sí que solo un país como España es capaz de producir realismo cañí lejos de Macondo y Rosalía, trance entre Lorca, Guy Ritchie y Bob Marley, hacernos olvidar el daño de un mundo que se derrumba ante nuestros ojos.

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