A medida que se prorroga el estado de alarma asistimos al perfeccionamiento del Frankenstein patrio, criatura dotada de un saber plus ultra aderezado con un físico cuanto menos complejo, entre moco y encía infectada. Y es que si en un mismo cuerpo escombro juntas a Pablo Motos, Spiriman, Miguel Angel Revilla y Álvaro Ojeda obtienes un espécimen denominado «cuñadios», la mezcla definitiva de ‘influencer’ bipolar y el ‘recetitas’ capaz de arreglar España sentado en la taza del váter.
Y es que sus dislocadas bocas el dicho «el genio del cocinero se va por el agujero» adquiere nuevas dimensiones, incorporando la bilis de cuarenta seis millones de españoles —todos tenemos algún amigo con una mujer epidemióloga— al discurso de cada día. Ahora que la barra del bar es un recuerdo crónico aprovechan para recalcar la incompetencia de los que están al mando, ignorando que es en los márgenes de lo desconocido donde se produce el crecimiento.
Poco a poco, el ‘cuñadios’ alcanza estatus de logia social, en parte porque dañar con la palabra no es un crimen y en parte porque, en un momento en el que todos queremos ser protagonistas, fueron los primeros en darse cuenta de que los pedos, debidamente disueltos entre audiencias poseídas por la ignorancia, son el canto de sirena de un año múltiplo de cero. «Y al finalizar os hiero».
