Hay algo que nos empuja a seguir intentándolo. En ocasiones pasa por locura. Otras, las más, se parece a la costumbre de dos haciéndose un poco más de menos cada noche, es decir, uno y uno en la intersección improbable del colchón. Entonces el día a día no es más que una sucesión de tiempo deshilachándose, de nosotros en él y mangas cortas. Sucede de repente. Porque las cosas van bien hasta que ya no y, como es imposible localizar ese instante que torció el devenir de la pareja, intentamos enderezarlo hacia detrás, regamos una planta con raíces y sin hojas. De tanto indagar en el fondo de la memoria, terminamos sumergidos en la ausencia y la añoranza de nosotros sin nosotros. Bienvenidos al presente.
Recuerdos que valen más que la pareja, preguntas cuya respuesta imita las peores formas de indiferencia, silencios rotos por la posibilidad del llanto. A veces, compartimos un rato delante del televisor. Mirarse a los ojos implicaría volver a la primera vez que nos miramos, un START despojado de dudas y temores. GAME OVER. Sabíamos que podría suceder, que borrarnos era una probabilidad tan firme como las arrugas del iris, el ruido al recoger las migas y el roce con el aire. Había que vivirlo, de ahí el vacío que precede al adiós como principio de algo que se muere.
¿Por qué este empeño en saltar juntos desde lo alto del puente? ¿Cuándo llegará el impacto? Sería mejor cerrar los ojos y aguantar, eso hacían los viejos. Les fue bien. ¿Qué tal un tajo limpio y rojo sangre y a por la otra mano? Si sabemos que todo llega a su fin, ¿de dónde procede esta insistencia de animales acorralados? A fin de cuentas, el amor sigue siendo el único síntoma de vida humana en la Tierra, antónimo de lucha, creador de todo lo visible y lo invisible. Y tú y yo ya no nos vemos.

Ilustración: Guy Billout
Buenos días/tardes sean, Javier.
Otra de las eternas incongruencias de la especie humana. El típico ni sintigo ni conti.
Supongo que es el síndrome del miedo a fracasar. No nos gustan los finales y celebramos con exaltación los principios, cuando lo que de verdad importa es el camino.
Me encantó la frase: «El amor sigue siendo el único síntoma de vida humana en la Tierra». Aunque con tanta violencia por todos lados no estoy seguro de ello. Tal vez hay vida dónde hay gritos. XD
Un abrazo.
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Qué bonito eso: tal vez hay vida donde hay gritos. Abrazo enorme, querido mío.
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