De un mundo sin tiempo

Hay un mundo sin tiempo. En ese mundo, los viejos nunca mueren, los niños lanzan manzanas al aire que no tocan el suelo. Todo está en suspenso: las nubes, los latidos del corazón de un pájaro. En ese mundo, el pasado no pesa, es solamente una posibilidad entre todas las posibilidades que la vida ofrece. La libélula toca la superficie del lago. Nieva frente a un sol que nunca sale porque nunca anochece en este mundo. La noche es noche sin sus días, sin los dedos de la mano. Las estrellas brillan en un cielo a salvo de pestañas.

A ese mundo sin tiempo regreso cuando quiero. Es un mundo desprovisto de la prisa y el desorden, sin recuerdos o sin tumbas. Los paisajes permanecen en el marco de las ventanas, los amantes olvidaron el horror contenido en cada despedida. Nada cumple años, nade tiene un fin, nada envejece. Un campo de girasoles frente a un universo quieto. Huele a leña y a piel de mango, la lluvia moja y la humedad… la humedad fue un sueño de verano. El mar siempre espera tras la curva. Siempre.

No hay pasado en un mundo sin tiempo, como tampoco hay pasado en el pasado ni hacemos planes de futuro. En este mundo estamos solos, pero no importa. El tiempo y su paso: obstáculos de la felicidad. Sin tiempo, la alegría y la tristeza son solo palabras. Y a las palabras se las lleva el tiempo. Colores en lugar de tiempo, amor a una distancia prudente de las horas. Sin tiempo por fin vivimos dentro de este mundo, la música palpita en una sístole. Nunca hubo tiempo en el tiempo. Por eso regreso a ese mundo cuando quiero.

Ilustración: Darek Grabus

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