Yo soy de Ayuso

Juro que he visto esta foto en el perfil de un ser humano. «Yo soy de Ayuso» escribió él solito. ¿Qué significa ese aforismo? De repente, la suciedad genera bandos en la sociedad. Es más, viene acompañada de mariachis. Por fin se puede elegir entre contratos a dedo y matones, los que roban contra los que espían, la del fondo rojo frente a los azules y populares, como si el mal estuviera sujeto a la discreción de la audiencia, que lo está. Otra cosa es manifestarlo públicamente, aunque en este caso es comprensible visto el comportamiento de esta gran familia. Familia, digo, mafia hermanada. Pierden los votantes, sobre todo aquellos que van un poco más allá de las cosas del poder y siguen apoyando al partido.

Porque la violencia así, cruda y a la encía, puede entenderse en caso de despecho. Seguro que Isabel y Pablo copularon en alguna fiesta, algo intenso y aislado, igualito que lo de las mascarillas. Luego piden la ilegalización de supuestos partidos terroristas, sin embargo proclaman el amor con virajes a China, pactan con la ultraderecha, trabajan por España bajo el mantra de la claridad y la transparencia de día. De ahí la sangre.

Resulta que los votantes de Isabel seguirán votándola, porque ellos no son de Ayuso, ellos son Ayuso. ¿Cómo renunciar al altruismo cuando vienen mal dadas? Se lo deben. De ahí las lágrimas o las proclamas de ¡A. Valiente, A. Presidente! En eso consiste vivir a la madrileña, en perpetuar la corrupción. Ya se sabe que en algunos barrios hay que perder a un ser querido (y Casado) para pensar en el bien de los demás. Y lo peor; todo lo mencionado es absolutamente triste, pero cierto.

Ilustración: Javier Vidal ama a Isabel Ayuso

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